miércoles, 8 de febrero de 2017

Aspiramos a un mundo donde los niños y los adolescentes gocen de los niveles más elevados posibles de salud y desarrollo, un mundo que satisfaga sus necesidades y que respete, proteja y realice sus derechos, permitiéndoles que aprovechen al máximo sus posibilidades. Introducción El mundo ha sido testigo de un logro notable: la disminución de los índices de mortalidad infantil de 97 por 1000 nacidos vivos a principios de 1980, a 67 por 1000 nacidos vivos en 1999.1 Este éxito se debe principalmente a intervenciones eficaces brindadas a grandes cantidades de niños en el ámbito de la salud pública. Aun así, la situación imperante es inaceptable. En el año 2000 fallecieron 10,8 millones de niños menores de cinco años de edad, más de la mitad de los cuales murieron a causa de tan solo cinco enfermedades transmisibles prevenibles, complicadas con cuadros de malnutrición. En muchos países, los esfuerzos orientados a la reducción de las muertes han disminuido y, lo que representa un aspecto aún más negativo, en algunos inclusive se han revertido los avances hechos en el pasado. El fracaso de un abordaje efectivo del creciente problema de la mortalidad neonatal es uno de los motivos principales que explican estas tendencias. Entre otras de las razones se incluyen el impacto limitado logrado al tratar los factores determinantes de las condiciones deficientes de salud como por ejemplo, la malnutrición, los entornos insalubres y la imposibilidad de acceso y el acceso restringido a los servicios de atención de salud de buena calidad. Ha habido, sí, un aumento en el grado del conocimiento que implica la prevención y el control de las enfermedades y las lesiones en la infancia, pero la cobertura de las intervenciones esenciales es modesta y no está suficientemente extendida. Al mismo tiempo, muchos de los ni- ños que sobreviven no serán capaces de alcanzar su potencial pleno debido a las condiciones sanitarias y una atención inadecuada para su desarrollo intelectual y social. En el transcurso de la última década se han logrado considerables avances en la comprensión de los factores que afectan a los adolescentes de 10 a 19 años de edad, y en la introducción de intervenciones destinadas a satisfacer sus necesidades sanitarias. Sin embargo, muchos todavía carecen del apoyo necesario para su desarrollo, incluidos el acceso a la información, las destrezas y los servicios de salud. Existen nuevas amenazas, por ejemplo la pandemia del VIH, que hacen estragos particularmente durante el periodo de la adolescencia. Además, los rápidos cambios del panorama socioeconómico plantean considerables retos a los jóvenes, dificultándoles una segura transición a la edad adulta, que rLa pobreza es un tema subyacente en la salud de los niños y los adolescentes. La mortalidad de los menores de cinco años de edad varía actualmente de entre las 4 defunciones por 1000 nacidos vivos en los países de altos ingresos y hasta las 279 por 1000 en los de bajos ingresos. Asimismo, en cada país, la salud infantil tiende a ser peor entre los pobres: en algunos países la probabilidad de morir antes de los cinco años de edad de los niños pertenecientes al tercio más pobre de la población es seis veces mayor que la de los niños correspondientes al 10% de ingresos más altos. Estas desigualdades son éticamente indefendibles y sobrepasan el tema de la supervivencia, extendiéndose a desigualdades documentadas en cuanto a la exposición a los riesgos a través del entorno físico y social y el acceso a la información y los servicios. Al revisar los logros obtenidos en el pasado y las desigualdades que aún persisten al comienzo del nuevo milenio, los líderes mundiales adoptaron los objetivos de desarrollo de la Declaración del Milenio como pautas fundamentales de lo que se puede y lo que se debe hacer, y desafiaron a la comunidad mundial de salud pública a elaborar un plan viable para lograrlos. En las recomendaciones formuladas en el periodo extraordinario de sesiones de la Asamblea General de las Naciones Unidas sobre la infancia2 y en las conclusiones de la reunión consultiva mundial convocada por la OMS y el UNICEF en colaboración con el FNUAP y el Banco Mundial en marzo de 2002,3 se refleja un compromiso que trasciende la mera supervivencia, abarcando el desarrollo del pleno potencial de niños y adolescentes. Este compromiso debe ahora traducirse en acción. Los niños, sus padres, y sus redes sociales más amplias deben tener oportunidades para un crecimiento y desarrollo saludables; no sólo para que sobrevivan, sino para que lo puedan hacer en su pleno potencial y contribuir así a conformar comunidades sanas y productivas. Este documento describe una estrategia para transformar ese anhelo una realidad. Reúne las áreas más críticas de trabajo para mejorar la salud y el desarrollo de los niños y los adolescentes. Proporciona además un marco para planificar, llevar a la práctica y evaluar intervenciones complementarias eficaces y efectivas, cuyos efectos puedan ser amplificados gracias a una mayor coordinación. Los componentes principales son los siguientes: Fundamentos, las necesidades que conlleva una estrategia participativa e integral para mejorar la salud y el desarrollo del niño y del adolescente. Principios orientadores para guiar esta empresa. Futuras directrices orientadas hacia las áreas principales de trabajo para intensificar y ampliar los avances en salud para los niños y los adolescentes.equiere adoptar conductas saludables y evitar los factores de riesgo

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